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- ¡Agua!- repitió por tercera vez Quasimodo. Entonces vio cómo se apartó el gentío. Una muchacha curiosamente ataviada salió de entre la gente. Iba acompañada de una cabrita blanca de cuernos dorados y llevaba una pandereta en la mano. El ojo de Quasimodo centelleó. Era la bohemia a la que había intentado raptar la noche anterior, fechoría por la que comprendía vagamente que estaba sufriendo aquel castigo, lo que, por otra parte, no era cierto ni mucho menos, pues se le estaba juzgando por la desgracia de ser sordo y por haber sido juzgado por un sordo. Estaba seguro de que también ella había venido para vengarse y darle, como hacían los otros, su golpe correspondiente.[...] Ella, sin decir una sola palabra, se aproximó al reo, que se retorcía en vano para librarse de ella, y soltando una calabaza que a guisa de recipiente tenía atada a la cintura, la acercó muy despacio a los labios áridos del desdichado. Entonces, de aquel ojo tan seco y encendido hasta entonces, se vio desprenderse una lágrima que fue lentamente deslizándose por aquel rostro deforme y contraído hacía ya mucho rato por la desesperación. |
El primer lugar que visité durante mi estancia en París, fue la Catedral de Notre Dame, quizá por eso, es uno de mis lugares preferidos de París, Notre Dame y el Sacre Coeur.
La Catedral de Notre Dame es la sede episcopal de París. Es una de las edificaciones de estilo gótico más antiguas ya que se empezó a construir en 1163 y se terminó en 1345.
Se encuentra situada en la Isla de la Cité, comunicada con el resto de la ciudad por varios puentes, uno de ellos abarrotado de candados con dedicatorias, nombres de los enamorados y fechas, incluso en las farolas.
El rápido crecimiento de la ciudad tanto en la política como las relaciones comerciales, dan paso del románico al gótico. Las burguesías adineradas tienen otras necesidades igual que el crecimiento del clero urbano, todo esto hace que la Catedral de Notre Dame de París, sea posible.
En la literatura tiene un papel importante esta catedral, al inmortalizarla el célebre Victor Hugo en su novel Nuestra Señora de París.
Y la catedral no era sólo su compañera, era el universo; mejor dicho, era la Naturaleza en sí misma. Él nunca soñó que había otros setos que las vidrieras en continua floración; otra sombra que la del follaje de piedra siempre en ciernes, lleno de pájaros en los matorrales de los capiteles sajones; otras montañas que las colosales torres de la iglesia; u otros océanos que París rugiendo bajo sus pies.
Víctor Hugo, Nuestra Señora de París, 1831
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Aquel espectador no se había perdido nada de lo que, desde el mediodía, había ocurrido ante el pórtico de Notre Dame. Ya desde los primeros momentos, sin que nadie se hubiera preocupado de mirarle, había atado fuertemente a la columnillas de la galería una gruesa cuerda de nudos cuyo extremo colgaba hasta la escalinata. Una vez hecho esto de había quedado mirando tranquilamente y silbaba de vez en cuando al pasar los mirlos delante de él. De pronto, cuando los ayudantes del verdugo se disponían a ejecutar la flemática orden de Charmoule, saltó al otro lado de la balaustrada de la galería, se cogió la cuerdo con los pies primero, con las rodillas y con las manos luego, y después se vio descolgarse por la fachada como una gota de lluvia deslizándose por un cristal; se le vio luego correr hacia los dos verdugos con la velocidad de un gato caído de un tejado derribarles con sus enormes puños, coger a la gitana de una mano, como una niña coge una muñeca y de un solo salto llegar hasta la iglesia, alzando a la joven sobre su cabeza y gritando con voz estentórea: -¡Asilo! -¡Asilo!¡Asilo!- repitió la muchedumbre y diez mil aplausos hicieron refulgir de alegría y de orgullo el único ojo de Quasimodo. La sacudida hizo volver en sí a la condenada que abrió los ojos al ver a Quasimodo volvió a cerrarlos súbitamente como asustada de su salvador. Charmoule y los verdugos y toda la escolta se quedaron atónitos. En el recinto de Notre Dame, la condenada era, en efecto, inviolable, pues la catedral era un lugar de asilo y toda la justicia humana expiraba en sus umbrales. |
Si tenéis oportunidad de ir, no os olvidéis de visitar las 2 torres de 69 metros y muuuchos escalones, que se accede a ellas a través de una puerta en el lateral.
Se sube por una torre a través de una larga escalera de caracol, se cruza por una galería y se baja por la otra torre.
Cruzando la galería de las quimeras, tendremos unas vistas inmejorables de la ciudad y del paso del río Sena a través de ella.
Aquí, en la torre sur, se encuentra la famosa campana Emmanuel.
La plaza que encontramos en la fachada principal, tampoco no deja indiferentes, ya que podéis encontrar personajes de lo más variopinto, aprovechando la ocasión para ver si pueden sacarse algo de dinero pidiendo la voluntad.
Hay que pagar par entrar, como ya os conté en el post anterior, os recomiendo comprar el ParisPass y así tenéis la entrada pagada y en algunos monumentos os ahorráis las colas.
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